Como me gusta el pequeño formato. Cuando la historia cabe en la palma de una mano me produce una extraña felicidad. Vaya uno a saber la razón, pero siempre me han gustado los pequeños mundos. Recuerdo que estaba fascinado con unos castillos hechos de porcelana que estaban de moda en los años 90s y que se encontraban en las ferias de barrio. Mis ojos se perdían en esas pequeñas escalinatas en miniatura y esas torres como rascacielos. La verdad es que cada una de esas piezas era la invitación a una aventura. Supongo que desde ese entonces me gustaba la idea de saber que puedo llevar todo mi mundo tan solo en un bolsillo. Afortunadamente nada ha cambiado.
Esta pintura es un pequeño mundo en sí mismo. Y aquí se los comparto. Y si algún espíritu soñador desea atesorarlo en su propio bolsillo, sepa que puede. ¡Solo hágamelo saber!