No sé por qué los viajes por la ruta en la parte de atrás de un rastrojero siempre me han atraído. Quizás sea lo hipnotizante de ver como el camino va pasando a través de uno y se va acumulando en el horizonte junto a los kilómetros recorridos. O quizás el viento, los aromas…
Hay una película que refleja perfectamente esa sensación y se relaciona mucho con los recuerdos que tengo de cuando era más chico. Esa pelicula es “Viaje hacia el mar” y que recomiendo verla para todas aquellas personas que les atraen este tipo de escenas tan íntimas de la vida en los pueblos (que en el caso de esta película, son uruguayas)
En los viajes en auto, o en el caso puntual de esta pintura que es una Ford Pick Up de 1937, me agradan mucho las situaciones que pueden generarse en los espacios cerrados que componen el vehículo y me pregunto, no sin cierta gracia, qué puede estar haciendo cada personaje en su limitado rincón mientras bajo sus pies el camino pasa. Dormir, leer, jugar a algo, escuchar la radio, o quizás si el espacio es más amplio, sacar la guitarra y afinada o desafinadamente, cantar a viva voz, cantar al viento.